sábado, 16 de julio de 2011

Laverdeza para y riposta

Por Abelardo Oviedo Duquesne
Fotos Rafael Torres Escobar

Tan pronto José Laverdeza aceptó dialogar con Bohemia, brotó la postura que caracteriza al sablista. Enseguida tomó la prioridad en el ataque mediante una pregunta: ¿Chico, tú conoces el pronóstico de la esgrima cubana para los próximos Juegos Deportivos Panamericanos de Guadalajara? Inmediatamente esbozó la picaresca sonrisa que identifica a los santiagueros auténticos y, con una voz bien perceptible, aseveró: “Esta bien, contestaré todas las preguntas, aunque me cueste el divorcio. No obstante la escenita teatral cumplió con la palabra empeñada.


Gracias a la tía Nena…
“Llegue a la esgrima gracias a la tía Nena. No porque me llevó a una sala de entrenamiento, sino porque se casó con el entrenador Leonardo Ferrer y él me preguntó si me gustaba. En su casa aprendí cómo desplazarme correctamente sobre la pistilla de competencia. En 1971 asistí a una convocatoria para la Escuela de Iniciación Deportiva (EIDE) Orestes Acosta. Solo tenía la capacidad física obtenida en atletismo, deporte que deseaba abandonar porque era poco destacado. David Giralt y Franklyn Romero, entre otros, me aventajaban. Además, como tenían grandes resultados en trialón controlaban casi todas las chiquitas de la escuela. Afortunadamente, la prueba consistía en realizar traslados sobre el escenario: paso adelante, atrás y fondo. Aprobé, pues esos movimientos los dominaba perfectamente.

“No todo fue color de rosa. Entonces a nivel escolar solo existía una sola categoría: 13-16 años. Tuve paciencia porque Fidel Lahera, Ramón César y otros conformaban el equipo de la provincia de Oriente y poseían más habilidades. Hice el grado para la selección por vencer a los de 14 años. En los Juegos Deportivos Nacionales Escolares de 1973 ganamos el torneo por equipos y obtuve mi primera medalla de oro.

“No obstante carecer de la edad requerida, competí en la categoría juvenil y logré el tercer lugar. Nunca olvido esa competencia. Enfrenté a rivales experimentados, como José Fernández, Jesús Carrete, Alberto Drake y Juan Duany. Todos ellos integraron el equipo Cuba que ganó el Campeonato Centroamericano y del Caribe de Venezuela en 1976. Y luego murieron en el sabotaje al avión de Cubana de Aviación en Barbados.

“Alcancé una buena trayectoria en los torneos escolares de 1974, 1975 y 1976, pues integré los seleccionados medallistas de oro en esas temporadas. En 1976 perdí en la discusión del título con el matancero Rogelio Herrera. Protagonizamos un tremendo asalto. Nos captaron para la Escuela Superior de Perfeccionamiento Atlético Nacional.

“Como miembro del equipo juvenil de Cuba competí en varias lides en Europa y tuve resultados. En la cita para jóvenes Polonia 1977 terminamos en el cuarto lugar por colectivos y fui el noveno tirador del certamen. Al año siguiente el clásico fue en Hungría. Los resultados fueron quinto y séptimo.

Amigo de la perseverancia
“Compay, no puedes imaginarte cuánto luché con vistas a pertenecer al equipo de mayores. Tengo el mismo tamaño (1,70 m) desde que tenía
quince años. Y en la preselección estaban Guzmán Salazar, Francisco de la Torre, los hermanos Ortiz (Manuel y Charles), Hilario Hipólito. La constitución física de ellos, recordarás, era superior a la mía. Pude compensar la desventaja, por la preparación individual. El profesor Juan Ramón Velázquez incidió positivamente para que tomara ese camino. Comprendí rápido su mensaje. Estaba muy necesitado de una tabla de salvación.

“Comprobé el resultado del trabajo a principios de 1978. Programaron un control para hacer el equipo para los Juegos Deportivos Centroamericanos y del Caribe de Medellín, Colombia. Quedé en tercer lugar. Pero decidieron excluirme debido a mi escasa experiencia competitiva. Después gané el primer lugar en otro examen para una gira por Europa. Y, a partir de ese momento, quedé fijo en el primer conjunto del país.

“El debut europeo fue poco alentador. En el evento Sables de Moscú solo adquirí experiencia. Avanzar en las rondas preliminares de aquella competencia requería de una mano fuerte, bien preparada para un descomunal ajetreo, pues intervenían casi todos los tiradores de la antigua Unión Soviética y del campo Socialista. Tiré aceptablemente en el por equipos. En la Copa Hungría asistieron la mayoría de los que compitieron en la capital de la URSS. Terminé en el quinto lugar. La prensa me bautizó como la Máquina Negra, a causa de la rapidez de mi desplazamiento y de la mano armada.

"Estuve una década en el equipo nacional. Entré, como te dije, en 1978. En algunas ocasiones gané el torneo individual y, en otras, el por equipos. Nunca olvidaré el triunfo de los Juegos Deportivos Panamericanos de Puerto Rico, en 1979. Pasé por una situación comprometedora. Manuel Ortiz el norteamericano Peter Westbrook y yo compartíamos el primer lugar. Para romper el abrazo, y propiciar el triunfo de Ortiz, debía vencer al estadounidense.

“Existía una preocupación total por el desenlace del asalto. Todos los cubanos presentes en la sala, así como los amigos de otros lugares, sabían que mi adversario ejecutaba una hacer excelente esgrima. Estuve fino-fino, increíble, en ese combate y logramos el objetivo. Hermano, creo que en ese momento pudieron decirme hasta “Laverde Superman”. Sin embargo, los muy ca…… eligieron festejar a la cubana: muchas nalgadas; y pellizcos en el trasero, sin contemplaciones. Oye, el relajo fue grande. Hasta las muchachitas entraron en el bonchecito.

La escuela y el deporte/ el deporte y la esuela
“Conjugar bien los estudios con el deporte será un preocupación constante del deportista de alto rendimiento. Como deseaba ser medallista en los Juegos Olímpicos de Moscú, en 1980, pedí un año de licencia en la universidad para consagrarme a ese objetivo. Esa decisión no fue un acto de locura o inmadurez. Entonces figuraba entre los candidatos de la federación internacional para dominar el encuentro de aquella fiesta . No alcancé el empeño porque, en el pase a la final, cedí ante el ruso Nazlimov. No considero aquél suceso como un fracaso. Él conquistó el título.

¿Secretos laborales?
“Quizás alguien consideró una extravagancia que empezara mi vida laboral por un área. Quise comenzar por la base para probarme. Y lo conseguí. En ese período enseñé las tres armas. Ya he transitado por todos los escalones del deporte y me considero un verdadero trabajador de la esgrima.

“Por supuesto, cada entrenador tiene su librito. Pero en el de todos existe un trascendente capítulo. Y es el referido a la necesidad de vincular la teoría con la práctica. El entrenador tiene que enseñarle, a toda costa, la mejor técnica al alumno. Para obtener ese peldaño es importante realizar claras y bien estructuradas demostraciones; así como explicarles las consecuencias de cada ejercicio. Si existe otra regla de oro, aún yo no la conozco.

“Durante los años como entrenador también he transitado por momentos de alegría y decepción. Estoy feliz porque Julio Veranes, el técnico que inició a las santiagueras en sable, fue designado para trabajar fuera de Cuba y me pidió que mantuviera, o aumentara, el nivel de las muchachas. Cumplí su encomienda, al punto que Ana Fáez y Maylín González fueron determinantes en los triunfos en varios eventos multidisciplinarios.

“En 1994 salí llorando de la competencia de los Juegos Deportivos Nacionales Escolares, celebrada en Matanzas. Por primera vez en la historia de esa cita Santiago de Cuba quedó fuera de los tres primeros escaños en el torneo individual. No soy un perdedor, pero sé cuando no me corresponde el triunfo. Aquella vez nuestro trabajo merecía otra connotación.

Árbitro y con su filosofía
“El fallecido Manuel Ortiz insistió, hasta atormentarme, para que continuará con mi labor de árbitro. Pasé los exámenes y obtuve la categoría internacional de sable en la convocatoria librada durante los Juegos Deportivos Centroamericanos y del Caribe La Habana 1982. Pero no ejercía. En 1992 quedó debidamente organizada esa sección de la federación cubana. Dos temporadas más tarde, aprobé los tests (clase B) de las tres armas.

“El arbitraje es una tarea compleja. Y máxime ahora que existe un soporte que ratifica, o desmiente, la sentencia del árbitro. Existen varios criterios acerca del camino adecuado para desempeñar una buena labor. Ninguno de ellos desestima que el juez debe ganarse el respeto de los tiradores por sus decisiones, aplicación del reglamento y seguridad en el fraseo.

“Como todos mis colegas, he afrontado situaciones delicadas, muy serias. En los Juegos Olímpicos de Atenas, en el 2004, trabajé el encuentro entre los combinados de Italia y Francia. El italiano Tarantino atacó al francés Touyat, pero el galo le hizo un “tiempo” al brazo. Yo decreté válida la acción y el azurri armó un soberano escándalo.

“Deseché sacarle la tarjeta amarilla porque ello significaba una amonestación y, por consiguiente, la invalidaba el toque. Esperé la retransmisión del video. La imagen ratificó la justeza de mi apreciación. En aquellos minutos de expectación sentí mucha tensión, pero no la demostré. Esa es otra filosofía que debe acompañar a la persona que imparta justicia en el deporte. Todavía me erizo cuando recuerdo aquella tarde. Aposté fuerte y gané.

En el puente de la amistad…
“Entre la República Bolivariana de Venezuela y Cuba…y viceversa, existe un puente de amistad que abarca diferentes esferas. La colaboración deportiva es notable. Por cuatro años y 10 meses pertenecí a ese contingente. Laboré como entrenador de la selección nacional y asesor de la federación. Posee sablistas de calidad porque compiten mucho, tanto a escala nacional como internacional. En la temporada, la federación planifica tres competencias válidas para ingresar a la preselección nacional. La concurrencia es grandísima, pues intervienen tiradores de todos los estados. Luego de tener el puesto en la preselección es obligatorio también pasar por otras tres pruebas.

“No creo que ya pertenezcan a la elite, pero están muy cerca. Tiene un constante fogueo de primer nivel desde que empieza el ciclo deportivo. La mejor especialidad es la espada. Esos muchachos pasan hasta cuatro meses en Europa y asisten a competencias de todos los rangos. Deben tenerse en cuenta a los esgrimistas de aquella nación en el momento de anunciar un pronóstico sobre nuestra especialidad en América.

¿Empatamos?
No obstante el tiempo transcurrido en la conversación, no había olvidado el comienzo del intercambio. A punto de la despedida pretendí devolver la moneda a Laverdeza. Concebí, según mi juicio, una despiadada ofensiva por intermedio de dos preguntas: ¿Estas listo para formar un sablista de tu calidad? ¿Aún tienes las habilidades suficientes como para ganarle un asalto a alguno de los muchachos de las preselecciones nacionales? Meditó (paró como advierten los árbitros en un combate de esgrima) y contestó (ripostó) con palabras convincentes, al estilo de los pobladores de Chicharrones, su barrio. Entonces, solamente atiné a decirle: Gracias por todo. Y añadí: sospecho que después de responder estas interrogantes festejarás hasta la boda de oro.

No hay comentarios: