martes, 19 de agosto de 2008

Yelena, alta en el cielo


Mauricio Giaconía

Allí va, con esa mezcla de emociones que se le escabullen del alma, sin poder definir de cuáles se tratan, si son propias o ajenas, si las lágrimas salen de sus ojos o de sus tripas.
Ahora corre, embanderada en los hombros, su vuelta olímpica inolvidable.
Allí está, unos segundos antes, colgada del techo mismo de la historia. Se tomó casi el minuto entero para preparar ese fabuloso salto que la ratifica como la mejor atleta de todas, disciplina por discilplina, sin que nadie ose la idea de reformular el concepto.
Yelena Isinbayeva, 26 años, rusa, de Volgogrado, simpatiquísima, divina, diosa, reina ahora también en el cielo de Beijing. Ningún lugar más apropiado para su mejor vuelo que el Nido de Pájaros.
Yelena ganó la prueba de salto con pértiga con récord mundial de 5,05 metros, luego de haberse asegurado el triunfo dos rondas antes, aunque, en tren de ser sinceros, su victoria estaba firmada desde el día que pisó China.
La estadounidense Jennifer Stuczynski no pudo con la barrera de 4,90 y entonces la prueba estaba terminada, porque Yelena ya había puesto un registro de 4,85.
Intentó, en 4,95, dos veces el récord olímpico que había impuesto en Atenas con 4,91 y no pudo, pero lo consiguió en el tercero y fue directo al récord mundial, que por supuesto posee, desde hace 20 días, cuando en Atenas pasó los 5,04.
La varilla su ubicó en 5,05 y el estadio comenzó a vivir uno de esos momentos inolvidables, únicos e irrepetibles, como el que se vivió el sábado en la final de los 100 metros, porque Isinbayeva provoca no sólo la admiración por sus increíbles técnica, destreza o plasticidad.
También lo hace por amabilidad, cortesía, carisma, belleza y esa sonrisa que no la abandona nunca y que las cámaras de televisión se devoran en primeros planos.
Otra vez no pudo en los dos primeros lances. Volvió por el tercero. Era el salto de su vida, ya no sólo por el récord que pulverizó 23 veces, sino por el marco, la instancia, los ojos avizores de 90 mil invitados y los de más de mil millones en todo el mundo.
En el momento de preparar el tercero, sus ojos despedían llamaradas. De sus labios, salían unas palabras que nadie escuchaba pero que se entendían en cualquier idioma.

Sus manos, ya negras por el fragor de la batalla y de tanta adrenalina mezclada con el mango de su elemento, asieron fuerte la garrocha.
Salió disparada, arqueó su cuerpo en una combinación fantástica de plasticidad y estética, se acostó apenas milímetros encima de la valla y, aunque por un instante fluyó la incertidumbre, otra vez se venció a sí misma.
Está peleando un lugar en la historia. Ella, como en su época Sergei Bubka, reinventó una especialidad del atletismo. Yelena Isinbayeva es una de las más grandes atletas de todos los tiempos y porqué no pensar que en unos pocos años pueda significar lo que él en el atletismo.

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